martes, 19 de julio de 2011

El Mil Chistes

G u f f o C a b a l l e r o: El Mil Chistes:




¿Quién no se la jaló alguna vez leyendo El Mil Chistes? ¿Quién no la llegó a comprar todo asustadillo y con la pilinguilla parada mientras la ñora del estanquillo miraba incrédula la media cartilla militar falsificada del hermano mayor del amiguito más pendejo del barrio? ¿A quién no le quitó uno de estos pasquines el caliente del director de la ETI 8 y nunca más se los devolvió?

Snif, qué bonitos tiempos aquellos en que aún no dábamos con el escondite secreto de los Playboys de papá, el peso mexicano tenía 3 ceros de sobra y el precio pacto de la revista era de $970 bolas en vez de $1000. ¡Cuántos treinta centavitos ahorré en mi alcancía de forma de perro Bull Dog que me gané en una kermes gracias a la visión y genialidad económica del presidente Carlos Salinas de Gortari, snif.

De hecho, si esta generación descarriada de hombres de la que me tocó ser miembro exige mujeres chichonas y nalgonas, culpen al Mil Chistes.

Pero los chavos de aquel tiempo -época en que decíamos "¡Qué paike!" en lugar de "¡Qué chido!"- no sólo leíamos esta publicación por las viejas pechugonas y en lencería que salían en la portada y en todas las páginas del interior; no, no, no. También las leíamos por los artículos y por la fina y poética redacción de las situaciones chuscas que manejaban los guionistas profesionales y con maestrías en Harvard y en la Universidad del Caballo Rojas.

Por ejemplo, leyendo El Mil Chistes aprendí palabras y frases que me han servido para abrirme paso con éxito en este mundo matraca, como por ejemplo: "Luego de calenturiento show, la mordisqueable encueratriz Marisela...", "Era una encamable damita...", "... barría la banqueta una ensalivable gatubela llamada Lencha", "Rechinando el catre estaba la esposa de Don Cornelio cuando...", "El clima está de pelos para alborotar la hormona de las muchachas borrachas...", "... íbamos a una playa a ligar tortita extranjera..." entre otras maravillas de la decencia y las buenas costumbres.

Aquí los dejo con un par de páginas interiores de tan respetada publicación que pasó a quedar grabada con letras de oro en la historia de nuestro país. Letras Libres: ¡muérete de la envidia!

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